No puedo moverme bien. Me duele desde la pantorrilla baja hasta el glúteo alto. Levantarme y sentarme me hace parecer un niño escaldado; “quítenme las piernas ahora”. Llevo años haciendo ejercicio y todavía siento el dolor muscular como si nunca hubiese movido un dedo ni para jugar ajedrez. Seguramente alguien podría explicar a qué se debe, cómo reducirlo y recuperarte más rápido. Pero yo no voy a hacerlo. Yo voy a seguir quejándome del dolor.
Ir tras tus objetivos tiene muchas tonalidades. Alegría, frustración, dolor, emoción. En casi todas las etapas de tu camino encontrarás esta gama de emociones y sensaciones.
Las pantorrillas, ¡ese es el peor dolor! ¿Cómo puede un músculo tan pequeño ser tan infernal?
Ya basta. No más quejidos.
La verdad es que te acostumbras al dolor. Tu mente lo deja estar porque lo acepta. Cuesta levantarse, moverse o incluso estar quieto, pero ahí está. Como un recordatorio de que lo hiciste bien. De que estás siendo responsable y disciplinado. De que estás avanzando hacia tus objetivos. Hace tiempo que el dolor dejó de ser solo dolor.
Hoy significa que me levanté e hice ejercicio. Que terminé todas las repeticiones. Que las hice bien. Que el músculo está creciendo. Que debo cuidarme y descansar también.
Ir tras tus objetivos tiene muchas tonalidades. Alegría, frustración, dolor, emoción. En casi todas las etapas de tu camino encontrarás esta gama de emociones y sensaciones.
La clave es alinear tu mente con tus metas. Tu instinto siempre buscará huir del dolor, de la frustración, de lo negativo, porque está diseñado para sobrevivir. Pero tu mentalidad debe sobreponerse a ese instinto y aprender a luchar.
El dolor siempre estará presente, sin importar el camino que elijas. Ya sea en el ejercicio o en la búsqueda de ese trabajo que deseas. Escoge tu dolor, acéptalo y disfrútalo.
Ahora sí… Qué terrible tener que levantarme después de escribir esto.
