Hace un tiempo leía un libro y una de sus frases decía “cuando tienes ese momento de claridad”. Describía una claridad absoluta, sentirse guiado y en el lado correcto. El primer instinto fue decir, obvio. Después busqué los momentos de claridad en mi vida y comprobé que el instinto había fallado. Lo único que hice fue entender la frase pero al buscar los momentos de claridad no los encontré. ¿Si eran tan claros, por qué no estaban claros para mí? Quizás nunca los tuve.
Cuando sonríes por ver un rostro, cuando pierdes la noción del tiempo en algo que te apasiona, cuando cocinas para los que amas y les gusta tu comida, cuando estás tranquilo con lo que hiciste y lo que dijiste.
Desde ese día identifico más momentos de claridad. Porque tienes que hacer el esfuerzo. Pero es un esfuerzo de contemplación, más no por forzar los momentos de claridad. Y, ¿saben qué? No son grandes momentos, son pequeños. No son los momentos cuando ganas un premio, cuando estás festejando con la música a todo volumen o después de un orgasmo- este último punto lo podemos debatir ya que desde ya lo estoy debatiendo conmigo mismo. Son otra clase de momentos. Cuando sonríes por ver un rostro, cuando pierdes la noción del tiempo en algo que te apasiona, cuando cocinas para los que amas y les gusta tu comida, cuando estás tranquilo con lo que hiciste y lo que dijiste.
En especial los últimos. Me explico. Hay momentos en los que te quedas pensando en lo que dijiste o renegando lo que hiciste o no hiciste. De repente, esos momentos dejan de pasar. De repente, sí; pero no sin ningún motivo. La tranquilidad que ganas al no martirizarte por algo que hiciste o dijiste la ganas cuando vives por tus valores. Que se vuelven tan tuyos que dejas de sentirlo cómo extraños y solo pasan. Cuando dejas de vivir por el qué dirán los demás o por quedar bien con el resto. Dejas de ser reactivo. Mantienes la línea de cómo tú actúas; no solo reaccionas.
Digo que darse cuenta de estos momentos de claridad es mediante la contemplación ya que cuando estos momentos pasan solo sientes tranquilidad. Y esta sensación muchas veces pasa por alto porque no es chillona y ruidosa. Es la sensación de habitar tu piel, vivir tu vida y cómo dijo el autor de libro que no recuerdo, sentirse guiado.