La última semana de abril todo estaba bien, todo era tranquilidad y felicidad. Una semana después me esguince el tobillo, me enyesaron y pasé tres semanas inmovilizado. Tres semanas de no poder caminar, mucho menos correr. Para mí, que hacía ejercicio de fuerza cuatro veces por semana y ejercicio cardiovascular por lo menos dos veces por semana, fue una cachetada, no, un golpe al estómago que duró tres semanas.
El proceso es tedioso, pero la verdad es que el peso principal para lograrlo está en tu cabeza. Si tu mente te dice que no lo vas a hacer, simplemente no lo vas a hacer
Y no solo era el ejercicio. Era todo. La rutina que había tardado tanto tiempo en calibrar y moldear para alcanzar mis objetivos y ser feliz se acabó. Ya no podía cocinar. No podía jugar con mi perro. No podía ni siquiera tender mi cama. Y las muletas, las muletas eran un infierno propio. Mis días cambiaron. Mis noches se hicieron incómodas. Y comenzaron a volver viejos hábitos perjudiciales. Comer por ansiedad. Dejar todo desordenado. Ver mucha televisión. En fin, un esguince, lesión tan común que llega a ser aburrida, me comenzó a cambiar la vida.
¿Pero saben qué? No me dejé. Al inicio de la tercera semana calibre mi nueva condición. ¿Cómo que no puedo tender la cama? Es la primera demostración de orden en el día y no lo podía hacer. Saltando, dando vueltas en la misma cama para tenderla, resbalando, desordenando y volviendo a arreglar, lo logré. Después cociné prácticamente lo mismo que antes, mi dieta volvió. Aunque el desorden seguía rondando poco a poco lo fui domando. Y lo más importante; ayer nuevamente sentí esa tranquilidad y felicidad que estaban en riesgo. Fue un día casi perfecto. No llegó de alegrías o sorpresas, llegó al sentirme encaminado.
Es obvio que toda lesión tiene su tiempo de recuperación. Para un esguince de grado dos después de tres semanas empezarás con pequeños movimientos, quitarás el letargo de la inmovilización y a las cuatro o cinco semanas caminarás tus primeras cuadras. El proceso es tedioso, pero la verdad es que el peso principal para lograrlo está en tu cabeza. Si tu mente te dice que no lo vas a hacer, simplemente no lo vas a hacer. Si retomas hábitos destructivos es porque quizás no pusiste cimientos sólidos. Pero siéntete orgulloso si logras conllevar el proceso a pesar de las circunstancias.
Si algo pasa que afecta tu día a día y no está en tu control, no te desesperes. Aférrate a lo que tú eres y a lo que has construido. Aférrate a lo que puedes controlar. Lo que está en tu cabeza, a tus acciones, palabras y pensamientos. No pierdas el control. Retómalo. Que de los contratiempos, que habrá en todo camino que decidas tomar, salgas más tu.