Una época en mi vida me olvidé de leer. Pasaban meses sin abrir un libro y cuando lo habría, pasaban otros meses para llegar al segundo capítulo. El libro de turno se empolvaba en el velador y era más probable que se le sume otro a que lo acabe. Ahora eran dos libros sin leer empolvándose y sirviendo de decoración postmoderna. Súmale a eso el acopio de libros prometidos a leer y en el transcurso del tiempo acumulé una pequeña librería de libros no leídos.
En algún lado leí, no en un libro evidentemente, que no hay ninguna diferencia entre un analfabeto y alguien que no lee. Pues sí, me convertí en un analfabeto por inacción.
Resulta únicamente contradictorio que me autodenominara cómo amante de la lectura. No había acabado un libro en años y seguía usando esa denominación. Porque sí, sí lo era. Lo único es que no lo estaba haciéndolo. En mi adolescencia podía terminar un libro en días. Al mes se acumulaban los libros leídos, no los comprados. Algo pasó. Con la universidad, el trabajo y otros “compromisos”, solo parecía que me olvidé de leer.
En algún lado leí, no en un libro evidentemente, que no hay ninguna diferencia entre un analfabeto y alguien que no lee. Pues sí, me convertí en un analfabeto por inacción. Y conversando, me di cuenta de que muchos tenían este doble mal. La acumulación de libros y la incapacidad de comprometerte a uno. Por el momento dejemos de lado la parte psicológica del miedo al compromiso y les cuento cómo solucioné el problema de los libros.
Para mi leer un libro era tener una conversación con alguien más inteligente que yo. Significaba compañía, pensar y, con riesgo a sonar cómo un nerd, era diversión. Mi motivación era esa, volver a encontrarme con esa pasión. Y en años de adultez joven se sumaba la motivación de poder hacer algo que me había propuesto. Yo lo sé, es un libro, nada complejo, ni grandioso. Pero piensa cuentas cosas nos olvidamos por los compromisos que se van presentado. Era encontrarme.
Tenía libros, unos que no había leído, otros que no me acordaba y quería volver a leer. No pensé en acabarlos, pensé en darme 10 minutos al día y empezar a leer. Volví a mi rito de inspeccionar el libro. Ver la pasta. El resumen de atrás. La biografía del autor. Me encantaba ese rito. Y empecé. No importa si solo coges el libro, pero mierda, cógelo y quédate 10 minutos con él. Leíste una página en 10 minutos, bien. Mañana lee la segunda. Y pasado mañana lee hasta la 5. Solo 10 minutos.
Los diez minutos se transformaron en 10 páginas mínimo. Y ahí se dio el cambio. Los diez minutos y las diez páginas ayudaron a desenterrar el hábito. Con diez páginas al día acabas un libro de 300 páginas en un mes. Crónicas de una Muerte Anunciado tiene 144 páginas, lo acabas en dos semanas. El señor de los anillos, 544 páginas, máximo en dos meses. El arte de la guerra, en menos de diez días. Esos tres libros en tres meses, ¿te sentirías orgullo? Yo sí.
No importa si compartes esta pasión por leer. Si tus motivos son otros. Para aprender, para el trabajo, para la universidad, para que tu novia no se enoje porque compraste otro libro. No importa. Dale 10 páginas al día. Forma el hábito. Puede ser una gran diferencia en cómo te sientes contigo mismo y sirve de catalizador para cumplir otros objetivos.